
Era definitivo: las noticias eran malas. La ciudad que entera gritaba como una masa ùnica, se colaba por los tejados de La Latina, entraba por lo verde de las ventanas y la cal blanca de las paredes del patio. Se escurrìa entre las cortinas de estampados indescriptibles de su habitaciòn.
Y golpeò
como el golpe de un hielo en la jarra de agua que revosa al caer
como un rayo de luz
como el cortocircuito que centellea detràs del enchufe
y...
el calor de Madrid en Julio se quedo parado,
el ventilador se quedo parado,
la gata se quedo parada,
hasta la Meiga que vive dentro del ordenador en cuarto de al lado
se quedo parada.
Sentada en la cama Maria,
se mirò las manos y no estaban, se mirò las piernas y no estaban, se agarrò los ojos,
se hizo la garganta, se ahogò en la palabra al intentar ayuda y sintiò.
AL ABISMO ELECTRòNICO.
Y caìa y caìa como Alicia. Pero no una Alicia cualquiera.
Mi pequeña Alicia postmoderna!
Y...
el cuento explotò en la mitad del cuento:
Pero dònde coño estaba?
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