Mientras tú haces del guerrero más fuerte
en el sueño de los cien años
los demás
dicen.
Háblale que te oye.
Dile:
te haré caer de tu estaca como un claro,
te sacaré de aquí, recordarás quién soy.
Te acercaré a este lado, y no verás el horizonte,
moverás las manos,
coño, moverás también las piernas,
y el mundo será tuyo,
y habrá que cambiarte a ti también de nombre.
Te envolveré en algodón los pulmones e insuflaré
y serán todo burbujas de nácar y aliento
y respirarás vida.
Te traeré al curandero, al monje, a la santera.
Te traeré al gurú.
Te haré de acero el cuerpo
y de alma, el alma.
Escalaré la torre,
amaestraré al dragón.
Volveré a vestirme de princesa,
como hacen las niñas,
y tú serás mi padre,
en un reino absurdo,
en cualquier otro,
donde la muerte no encuentre tu sitio,
y caigan las flores y nadie
se la recuerde nunca.
Haré todas esas cosas por ti,
no tengas miedo.
Te llevaré a una choza de paja,
comeremos mazorcas de maíz.
Estarás a salvo.
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